jueves, 23 de agosto de 2007

Elogio a los rompe corazones

Amo a los rompe corazones.
Amo la mirada que acuestan sobre los cuerpos
antes de estrangularlos.
Amo las disculpas de plastilina
que moldean según la lagrima-
de la enamorada.
Amo los "no sé qué me pasa"
y los "no sos vos".
Amo la facilidad que tienen para decidir
por sus victimas.
El lugar siempre es estratégico-
para la implosión de venas cóncavas:
la plaza Irlanda
los lugares donde la gente es feliz
incluso, donde solían hacer el amor.
Así ningún recuerdo es triste
hasta que se gasta de tanto ser acariciado-
por la amada y se vuelve
áspero como piedra pómez.
El rompe corazones ahora es el más odiado.
Luego de un tiempo
calculado con agujas de tejer...
el rompe corazones vuelve
se acerca con movimientos
de gacela recién parida
toscos, poco ensayados, e incluso
sinceros.
Las reacciones practicadas por la enamorada
durante casi dos semanas
se asustan por la sombra transparente
que se le cae al rompe corazones.
Las enamoradas de los rompe corazones
nos acercamos a la velocidad de la obsesión
en cada partícula de músculo
como motor de carga
el NO
siempre bien pronunciado
por los rompe corazones histéricos.
¡Amo a un rompe corazones!
porque me cría en una pecera
hasta que me vuelvo naranja
y gasto las branquias
de respirar agua.
Amo a mi rompe corazones
porque aunque pariera diez elefantes
no me dolería tanto como él.
Lo amo porque me hace besar
los cordones en cada vereda de caramelo
efervescente
que explota en la garganta
y en el momento menos esperado
cuando trato de congelar
el sabor a frutilla en cada papila
estallo
desde la boca,

hasta los pies.

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